6 de junio de 2010

Cuidado: el poder habla de libertad

La vida ante nuestros ojos como un tren de alta velocidad, dirigida por fuerzas ajenas a nuestra voluntad, cuya legitimidad tiene su origen en nuestra resignación…

La apatía afianza su poder sobre los pupitres, los bolígrafos, las herramientas y los ordenadores. Todo está hecho a su medida y nuestras mentes, fácilmente adaptables, se hacen a la idea de que es ésta la mejor de las posibles maneras de pasar el tiempo.

Que hay vida antes de la muerte parece claro; lo preocupante es que esta vida no le pertenezca a cada uno. Tiene un precio, y quien no lo pague no sale en la foto.

La Democracia se hace fuerte como alternativa al mal mayor (las dictaduras de uno u otro color) y se erige como la situación más cercana a lo perfecto. Su poder es inamovible y cuenta con la legitimidad que da la razón: sus enemigos son enemigos públicos; sus disconformes, locos o terroristas.

Hoy, en China y en Grecia, en Estados Unidos y en Chile, la lucha contra el terrorismo es el nombre, la careta de una guerra contra todo disconforme. Meter el miedo en los cerebros del pueblo para legitimar el poder: nunca un Estado actuó de otro modo cuando se vio en peligro.

Hoy, el capitalismo, en peligro por los efectos de su crisis, recurre al control, el miedo y el sindicalismo para sobrevivir. Será terrorista quien se oponga a los trenes de alta velocidad, quien no ayude a encontrar en Grecia a los miembros de "Lucha Revolucionaria", quien, en Chile, se enfrente al robo de tierras a los mapuches.

Hoy más que nunca, la libertad está en peligro, y es en su nombre por la que se la ataca. Resignarse o enfrentarse al capitalismo es una decisión que toma cada proletario. Sin embargo, el control, la intensificación de la explotación y, en definitiva, el robo de nuestras vidas por la cara, es algo que está más que decidido.

“Como privilegio de una minoría, el capitalismo es impensable sin la complicidad activa de la sociedad” (Fernand Braudel, “La dinámica del capitalismo”)